Las mismas tentaciones, malas compañías y malas inversiones se les presentan a jugadores al final de sus carreras con el agravante de que existe una situación anímica, muchas veces depresiva, que abruma a los recién retirados. Se trata de un cambio de vida radical al cual es muy difícil ajustarse.
Espero poder con los siguientes ejemplos darles una idea de la vida que vive un jugador de la NFL y el vacío que siente cuando esta termina, muchas veces abruptamente.
Todo empieza con la convivencia en el vestidor. El primer vínculo que nos unía como jugadores era el sentimiento de supervivencia después de una ardua pretemporada, de habernos sobrepuesto a presiones y a la competencia por nuestros puestos. Después de un tiempo, existía un núcleo de jugadores que habíamos estado juntos varias temporadas lo cual llevaba a una confianza ciega y a una amistad sincera. Cada mañana era llegar a tu casillero y platicar tus últimas experiencias. Si eras soltero, de cómo te fue en la cita de anoche. Si eras casado, de cómo salieron las actividades recientes con tu familia. Lo especial es que muchos pasamos de un estado civil al otro y mantuvimos y crecimos la amistad. Lo más especial era la preparación y anticipación de cada partido. El disfrutar juntos las victorias, o compartir los sufrimientos, frustraciones y tristezas de las derrotas.
El día del partido es indescriptible. Es difícil explicar lo que se siente cuando se viene la carga de adrenalina al saltar a un estadio abarrotado de fanáticos apasionados. La única otra experiencia que puedo comparar fue el nacimiento de mis hijos. La diferencia es que saltar al terreno de juego se daba cada semana. Y no se diga si tuviste una jugada clave en el partido, en mi caso, convertir el gol de campo de la victoria. Ese sentimiento de alegría, pero sobre todo de paz interna y satisfacción personal que se siente no lo he podido replicar con nada que haya hecho en mi vida desde entonces
Después vienen las "distracciones" fuera del vestidor y del estadio. Esto no lo cuento que en el afán de presumir, sino para que visualicen la vida de un deportista profesional durante sus mejores años.
Hay que tomar en cuenta que yo era pateador, una posición importante, pero no de las más glamorosas de la NFL. Como jugador de los Gigantes de Nueva York, uno de los mejores equipos de la NFL, no me faltaban tentaciones. Seguido era invitado a fiestas en Manhattan en donde conocí a todo tipo de celebridades, entre otros, a Mark Hamill (Luke Skywalker), Robert De Niro, Phil Collins, Cindy Lauper, Dan Akroyd, Nicolas Cage, Carol Alt (portada de la edición de trajes de baño de Sports Illustrated). En una ocasión, estaba en uno de los clubes más exclusivos de Manhattan con Helen Hunt (ganadora del Oscar en "As Good as it Gets"), Kevin Costner y Jack Nicholson juntos en una mesa.
En N.Y. nunca me faltaron boletos para los eventos más exclusivos y durante mi estancia con los Gigantes jamás me cobraron en los restaurantes más lujosos.
A pesar de todo, poco a poco me fui dando cuenta que esta era una vida vacía. El momento parteaguas fue en una fiesta de la revista Penthouse. En un momento en que estaba sentado con Miss Abril en una pierna y Miss Octubre en la otra, me cayó el veinte de que a estas tipas no les interesaba un comino quién era yo, sólo el que era un miembro de los Gigantes de Nueva York.
Saliendo de esa fiesta le pedí a Dios con mucho fervor que me mandara a alguien diferente. No fue casualidad que pocas semanas después conocí a quien ahora es mi esposa, y poco a poco mi vida fue cambiando. Me fui enfocando en la que en realidad era importante: Dios, la familia, la disciplina, la integridad y la amistad sincera.
Lo que pretendo transmitir es que si yo viví estas experiencias, ¿qué no vivieron jugadores como Lawrence Taylor, Phil Simms, Ottis Anderson, Carl Banks y muchos otros de mi equipo? ¿Qué no vivió Steve McNair como QB de Tennessee y Baltimore y uno de los jugadores más populares de la NFL a nivel nacional?
El problema serio llega al momento del retiro, el cual la mayoría de las veces es obligado. Después de años en la NFL el juego en realidad se torna más fácil. Se aprende a manejar la presión y la experiencia nos saca de muchos apuros. El problema es que el cuerpo ya no responde, no por falta de fuerza, sino por el tiempo que toma en recuperarse de una práctica y sobre todo de un partido. El dejar de jugar en esas circunstancias es frustrante.
El retiro para todo jugador es traumante. Piensen que de la noche a la mañana se pierde la fuente de ingresos, la cual es ahora en día considerable. Se pierde la hermandad del vestidor, la adrenalina de los partidos y un estilo de vida que es en realidad una fantasía, falsa y vacía, pero que existe día a día.
Un jugador retirado es similar a un adicto a las drogas. La situación se complica porque una gran parte de los jugadores de la NFL son de origen humilde y muchos vienen de familias separadas. Si el ex jugador no tiene una gran fe en Dios, una familia sólida y dedicada, un grupo de amigos sinceros y valores de disciplina e integridad, lo más seguro es que llegue a una depresión y busque la respuesta en el alcohol, las drogas, o como fue el caso de Steve McNair, en relaciones falsas y fáciles.
El caso de Steve McNair fue de impacto no sólo por la naturaleza del crimen cometido, sino por haber sido él un ejemplo de disciplina y clase como jugador y pilar de la comunidad. Si esto le pasó a alguien que parecía tan centrado, tan maduro y con todo a su favor, ¿qué le espera a otros más vulnerables y en condiciones más desesperadas?
Al igual que con los novatos, es importante que la NFL y la asociación de ex jugadores establezcan un programa de orientación y adaptación a la vida cotidiana para jugadores recién retirados. De lo contrario, casos como el de Steve McNair se repetirán, al igual que historias de suicidios, bancarrotas, drogas, alcohol y familias quebrantadas.
No serán siempre la noticia principal, pero no por eso dejarán de ser menos trágicas.