Texto: Texto: Jorge Gómez Poncet
Desde hace más de quince décadas, en Iztapalapa tiene lugar una ceremonia, fiesta y representación de Ia Pasión, que no responde ni a una narración sacra, ni a un teatro tradicional: es una expresión de múltiples aportaciones que se funde en una particular sincretización.
Los misioneros utilizaron el teatro para catequizar a Ios antiguos mexicanos y desterrar así Ias prácticas religiosas anteriores. Las escenificaciones de Ia Pasión, conmovían profundamente a Ios espectadores; así, el teatro de Ios evangelizadores actuó en favor de Ia cristianización. DeI pasado Ilegan Ias voces que amalgaman en el presente una forma particular de sincretismo, donde Ias viejas costumbres, Ios componentes internos y externos deI drama, se Ilenan de nuevos contenidos sin desalojar completamente a Ias anteriores.
EI escenario generalIztapalapa, una de Ias 16 delegaciones que constituyen el Distrito Federal, ha sustituido sus canales, chinampas y trajineras con verduras y flores, por ejes viales y el Metro.
Tiene en el Cerro de Ia Estrella, en sus templos, plazas y jardines de Ia cabecera, los espacios sagrados donde se escenifica cada año la representación ritual por excelencia.
La coexistencia de Iztapalapa con Ia gran urbe, no ha logrado borrar Ias viejas costumbres; sus habitantes renuevan sus lazos de amistad, de compadrazgo y vecindad, de pertenencia e identidad con el barrio y con Ia localidad en Ias distintas fiestas de su calendario, pero es en Ia Semana Santa cuando éstos aparecen con mayor fuerza.Los moradores de los ocho barrios: La Asunción, San Ignacio, Santa Bárbara, San Lucas, San Pablo, San Miguel, San Pedro y San José, conviven entre Ia modernidad y Ia tradición: los que mantienen un ancestral apego a Ia tierra y los que llegan y demandan un lugar donde vivir. Comparten una costumbre heredada de muchos años, un deseo de mantener Ia unidad, a través de Ia cooperación y el esfuerzo colectivo para representar, con gran realismo, Ia Pasión de Jesucristo en una fiesta que permite Ia reafirmación y Ia cohesión cultural de sus residentes. En los barrios se eligen a los mayordomos; éstos organizan Ias fiestas, entre elIas, Ia del Señor de Ia Cuevita; Ia de San Lucas -conocido popularmente como San Luquitas, patrono de Iztapalapa-, que se celebra el 18 de octubre, con feria, danzantes y a veces octava, y en diciembre Ia de Ia Virgen de Guadalupe. En los festejos dedicados a los santos de cada una de Ias ocho capilIas, se levantan arcos de madera adornados con flores y semillas en las entradas de los atrios y de los templos.El Señor de la Cuevita eligió el pueblo, "ya no se quiso ir"; por esta razón le dedicaron un templo y le tienen especial devoción. En la tercera década del siglo pasado, una epidemia de cólera azotó a la población; la creencia popular atribuyó a la divina imagen el cese de la mortandad. En agradecimiento a tan prodigiosa intervención, se inicia la escenificación de la Pasión, con actores del pueblo, y año con año se repite hasta hoy.La ceremonia, fiesta y representación de la Semana Santa, vuelca lo popular hacia lo sagrado, en un hecho que es por un lado civil y por otro religioso. Las autoridades eclesiásticas apoyan estos actos masivos, aunque no los aceptan como totalmente litúrgicos; más bien "dejan hacer" al pueblo, que escenifica desde hace más de 150 años Ia Pasión de Cristo.
Los episodios más importantes tienen lugar el Domingo de Ramos con Ia Procesión y Ia Bendición de Ias Palmas; el Jueves Santo en el Jardín Cuitláhuac, y el Viernes Santo con Ia secuencia de Ia sentencia, los azotes, Ia coronación de espinas y el Vía Crucis que culmnina en el Cerro de Ia Estrella con Ia crucifixión.AI conocerse los días en que va a caer Ia Semana Mayor, comienzan los preparativos y se selecciona a los protagonistas deI drama, quienes inician los ensayos desde enero. EI comité organiza dor también tiene que ver con los escenarios y Ia coordinación de los movimientos de los personajes en los diferentes lugares donde hay representaciones. Así mismo, concerta con Ias autoridades de Ia Delegación Ia suspensión deI tráfico a determinadas horas en los días señalados, Ias calles por donde pasarán Ias procesiones, Ia seguridad de Ias multitudes que se concentran en Ias calles, Ias plazas y los jardines ( donde además se establecen los puestos de comida, de antojitos, de diversiones, los juegos mecánicos, todo lo que conforma Ia feria).
Los protagonistas
Los papeles ya no se heredan familiarmente como se hacía en otras épocas. Soldados romanos y judíos, integrantes deI Sanedrín, vírgenes deI pueblo, mujeres de Herodes, romanas, se eligen de entre los habitantes de los diferentes barrios. Los nazarenos son aquellos que por promesa, manda o voluntad propia, se imponen Ia carga de una cruz a lo largo de todo el trayecto deI Vía Crucis, atrás del Cristo. Los actores rivalizan por los papeles principales. Los criterios para seleccionar a los personajes son diversos, y los más estrictos son para designar a los actores principales: los apóstoles y la Virgen María. Cristo, por ejemplo, debe ser fuerte para soportar el recorrido cargando la cruz, soltero, originario de Iztapalapa, de familia cristiana, y poseer un físico que concuerde con la idea que la población tiene de Jesús. Él y otros personajes se dejan crecer el pelo, se lo tiñen. En torno a él gira toda la actividad ritual y la emotividad afectiva; al dar énfasis a los aspectos humanos de la divinidad, se fomenta la religiosidad popular.Todos los detalles son objeto de minucioso cuidado: los vestidos, maquillajes, peinados; las pelucas de los soldados romanos, de Cristo, apóstoles y nazarenos. La escenografía, los aspectos visuales; los recorridos, la seguridad de los actores, de los penitentes que pagan mandas, de los devotos y del público asistente a la gran representación. Los parlamentos, la transmisión de los valores, la lección aprendida... en pocas palabras, la continuidad de la tradición popular.
Afuera de todos los lugares elegidos para la representación, se levantan miles de puestos-que pagan los derechos a la Delegación-;los ruidos de la música y de los vendedores se mezclan con las voces de los actores.
EI drama
EI Domingo de Ramos, Ias casas y Ias calles se Ilenan de flores, Ias campanas se echan a vuelo, y un ángel con un niño inician Ia procesión que avanza lentamente. Los cientos de nazarenos Ilevan adornos de bandas blancas sobre Ias túnicas moradas; Ias vírgenes y Ias mujeres deI pueblo adornan sus cabezas con coronas de flores, Ia Virgen, Ia MagdaIena, Ilevan atuendos únicos. Por momentos IztapaIapa se transforma en JerusaIén, Ia multitud se dirige aI barrio de San Lucas para que el sacerdote bendiga Ias palmas, Ios ramos de manzanilla, romero y laurel ( éstas se guardan, pues Ia gente Ies atribuye poderes curativos). Hay risas cuando se reciben en Ia cara Ias gotas de agua bendita; en el atrio se mezclan Ios olores de Ios puestos de comida, Ios gritos de Ios vendedores, Ia música de Ios juegos mecánicos: el pueblo mezcla Io bíblico con Io actuaI.
EI Jueves Santo, Ios adornos en Ias calles son de color blanco y morado; Ios actores Ilegan aI lugar donde han ensayado; Ilena de flores y frutas está Ia cárcel que Cristo ocupará más tarde. De una casa, sale Ia procesión que inician el niñoy el ángel, después Ias vírgenes, Jesús, los nazarenos, los sacerdotes y dignatarios romanos, flanqueados por los soldados. La procesión recorre Ias calles de los ocho barrios, y Ilega hasta Ia iglesia deI Señor de Ia Cuevita, donde los presentes quieren tocar Ia urna y pedir gracias.
Los nazarenos, que suman cientos, ahora Ilevan una corona de espinas con flores en Ia cabeza. Después de Ia alocución deI obispo en Ia iglesia, continúa la escena de Ia última Cena en el Jardín Cuitláhuac; sigue el Lavatorio de los Pies; el Prendimiento, y Ia Oración del Huerto. Los parlamentos no coinciden con Ia Sagrada Escritura, se han transformado al correr de los años según el gusto de losparticipantes; lo mismo sucede con otros episodios que los lugareños han agregado.El Viemes Santo congrega multitudes; Ia presencia de los encargados de Ia seguridad y de los primeros auxilios a los visitantes es muy evidente. Llevan a Cristo de Ia cárcel a Ia explanada,donde hay una columna; ahí se suceden varios episodios. La gente se estremece conmovída por Ia representación, cuando Jesús vestido de blanco es azotado con unas ramas teñidas de rojo. El rumor aumenta cuando Ia muchedumbre inicia el recorrido al Calvario-Cerro. La subida es difícil para los penitentes, actores y espectadores que quieren presenciar Ia escena; algunos se conforman con los periscopios de cartón adquiridos allí mismo. Todos deben llegar al lugar de Ias tres caídas, del encuentro con Ia Verónica, Ia Samaritana y Ias santas mujeres.
La procesión avanza lentamente, entre los árboles, en medio de sollozos, lamentos, lágrimas, desmayados y gritos de quienes ofrecen su mercancÍa, desde comida y sombreros, hasta refrescos y aparatos para ver mejor el espectáculo. Los soldados romanos, los más de mil nazarenos que llevan sus cruces a cuestas, los judíos, se entremezclan con los espectadores, Ias santas mujeres, los apóstoles. Todos ellos, que han estado en todos los momentos, llegan hasta el lugar donde están Ias tres cruces. La actuación deI Cristo, que llena de fervor a los espectadores e imparte intensa emoción a todas Ias ceremonias, llega a Ia culminación con Ia Crucifixión. En el lugar sagrado deI cerro, en Ia cruz más grande se coloca a Jesús.
La mujer que hace el papel de Ia Virgen, vive sus mejores momentos cuando "Dolorosa" recibe el cuerpo deI crucificado; le habla y lo conduce hasta donde se inicia, en la tarde, Ia Procesión del Silencio. Por Ias calles de los ocho barrios Ilevan una imagen del Señor de la Cuevita que cargan unos jóvenes encapuchados. La gente que ha vivido intensamente el drama de Ia Pasión regresa a sus casas.
Con el tiempo, la representación ha cambiado: de los atrios de los templos al cerro, de Ias imágenes y Cristos-niños a los jóvenes cuidadosamente seleccionados por su tipo y estatura, de los parlamentos originalmente hablados ahora cantados en algunos episodios. Han ocurrido transformaciones en las actuaciones, vestuarios, pelucas y maquillajes; en las escenografías y en la extensión del recorrido, aunque los elementos básicos se mantienen a través de los años.
Suspendida durante la Revolución, cuentan los lugareños que el propio general Zapata prestó los caballos necesarios para su realización.
La iglesia ahora alienta una representación paralela, diferente a la popular, que considera no está apegada a los textos bíblicos; es de hecho, el reconocimiento de dos puntos de vista: por una parte el de la tradición escrita y sancionada, Ia litúrgica en el interior del templo, y por otra la celebración callejera que va más allá de una escenificación, pues en ella convergen los ideales, las esperanzas de acabar con muchas de Ias dificultades de Ia vida; es más que teatro, es el enlace entre el pasado (el drama) y el presente, Ia búsqueda de reconocimiento de los organizadores y de los que participan, el gusto de los que toman parte como actores, o como espectadores. Todo ello permite que Ia fiesta, ceremonia o representación continúe por lo que significa no sólo para los de Iztapalapa sino para Ia nación entera.